Pocas personas se escapan a la onicofagia o, como se llama popularmente, al mal hábito de morderse las uñas. Sea de manera ocasional o sea de manera compulsiva, lo cierto es que morderse las uñas no tiene ningún beneficio para nuestra salud física y psicoemocional.
En este sentido, morderse las uñas suele interpretarse habitualmente “solo” como una pequeña manía o algo “particular” de la persona, cual rasgo de la personalidad, pese a que en realidad constituye una conducta perjudicial tanto para nuestra salud bucodental como para nuestra salud general, incluso para nuestro estado psicoemocional y la imagen que proyectamos de nosotros mismos. Veamos detenidamente que supone morderse las uñas.
Consecuencias para nuestra salud bucodental
Desgaste, traumatismos, fisuras y erosión
Son las consecuencias más evidentes, pues al morderse las uñas estamos llevando a nuestros dientes a una situación de estrés continuo. ¿Por qué? Pues porque la acción de morder continuamente las uñas hace que se vayan perdiendo pequeñas partículas del esmalte dental, provocando un desgaste importante, sobre todo en los dientes incisivos centrales, que son los más implicados en la onicofagia, llegando a provocar incluso microtraumatismos en estas piezas dentales.
Este desgaste continuo conlleva, a la larga, que los dientes se vayan fisurando y recortando, de manera que la probabilidad de tener problemas serios e incluso perderlos aumenta exponencialmente.
Problemas en las encías
Los tejidos de las encías son muy sensibles a la onicofagia debido a la continua entrada de bacterias asociada a este hábito.
De hecho, morderse las uñas puede acabar provocando inflamación en las encías, algo que en casos extremos puede estar relacionado con la aparición de gingivitis e incluso periodontitis.
Fracturas en las restauraciones
Si además estas piezas dentales están restauradas, como por ejemplo con coronas, carillas o implantes, es muy probable que la cerámica se fracture por la acción de morderse las uñas, pues lo que hacemos al mordernos las uñas es impactar bruscamente los dientes superiores contra los inferiores.
Apiñamiento dental
El estar continuamente ejerciendo una fuerza importante en algunas piezas dentales puede provocar el movimiento de éstas.
Evidentemente, este movimiento es descontrolado y provoca tanto el apiñamiento como la rotación de algunas piezas.

Otras consecuencias de morderse las uñas
Heridas e infecciones en las uñas
Morderse las uñas continuamente superando los límites biológicos, provoca el debilitamiento tanto de las uñas como de la zona circundante a ellas, lo que aumenta la posibilidad de padecer infecciones bacterianas.
Morderse las uñas, por tanto, expone nuestro organismo al ataque fácil de microorganismos dañinos.
Halitosis
Relacionado también al traspaso de bacterias a la boca, el morderse las uñas contribuye a aumentar la probabilidad de desarrollar mal aliento.
Alteraciones mandibulares
La acción de morderse las uñas exige que continuamente se busque una oclusión borde-borde, o sea, que los incisivos centrales de ambas arcadas entren en contacto.
Este tipo de maloclusión constante puede provocar problemas en la articulación temporomandibular (ATM), algo que acaba ocasionando dolor articular y la necesidad de recurrir a férulas de descarga.
Soluciones a la onicofagia
Teniendo en cuenta que morderse las uñas es un mal hábito forjado normalmente por años y años de “práctica”, la solución pasa por extinguir esta conducta a base de técnicas conductuales y pequeñas modificaciones que faciliten su eliminación. No es fácil, pues las personas nos enquistamos a lo conocido, y si podemos contar con la ayuda de un psicólogo la probabilidad de éxito es superior.
De hecho, el morderse las uñas no deja de ser una conducta relacionada con el nerviosismo, la ansiedad y el estrés, por lo que normalmente, el hábito de morderse una uña subyace un estado psicofisiológico que facilita la aparición de tics nerviosos y hábitos compulsivos.
En cualquier caso, éstas son algunas de las acciones que podemos llevar a cabo para intentar eliminar el hábito de comerse las uñas.
Es importante saber que son acciones que podemos llevar a cabo en edad adulta pero que no debemos utilizar con niños puesto que algunas de las técnicas pueden tener un evidente riesgo.

Mantener alguna actividad con las manos. Tener algo que hacer con las manos impide, obviamente, que nuestros dedos acaben en nuestra boca.
Por tanto, y sin ser tan drásticos e irresponsables, podemos recurrir a otras substancias que nos repulsen para evitar estar continuamente con los dedos en la boca. Por ejemplo, algún producto picante, vinagres o algo que nos desagrade particularmente.
Intentar saber el origen de esta conducta, o sea, qué situaciones o factores desencadenan en cada caso el hábito de morderse la uñas. La consciencia de nuestro funcionamiento ayudará a bloquear el hábito.
Pintarse las uñas y/o tenerlas perfectamente cortas y arregladas, ya que si ya tenemos las uñas en perfecto estado, será más difícil intentar destrozarlas a base de mordiscos. Lo crítico es no esperar nunca a tener las uñas suficientemente largas como para que sea fácil morderlas.
Usar cinta aislante, guantes o cualquier obstáculo físico: Es una solución drástica, pero efectiva. Teniendo en cuenta que los hábitos suelen ser tan fáciles de instaurar como de eliminar con la simple “no repetición”, generaremos nuevos métodos para afrontar las situaciones que desencadenan el tic nervioso.
Untar alguna substancia desagradable sobre las uñas (picante, vinagre…). Seguramente si tuviéramos algún ácido mortal en nuestras uñas no tendríamos muchas ganas de mordérnolas. Parece evidente.
¡Ya sabes, si tú o algún ser querido practica este mal hábito, ponle freno, no hay excusa!
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